Ronda y la Serranía: El Renacer del Turismo Rural
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Donde el paisaje se quiebra en sierras y barrancos, Ronda y los pueblos de su Serranía están viviendo una auténtica revolución silenciosa: el auge imparable del turismo rural. Lejos del bullicio de la Costa del Sol, esta tierra de pueblos blancos, historia milenaria y naturaleza salvaje se ha convertido en uno de los destinos más apreciados por quienes buscan una experiencia auténtica y transformadora.
De la tradición al turismo sostenible
Durante décadas, Ronda fue un tesoro escondido para los viajeros más curiosos. Con su legendario Tajo, su plaza de toros –la más antigua de España– y un casco histórico que parece suspendido en el tiempo, esta ciudad ha sido musa de artistas y escritores como Hemingway, Orson Welles o Rilke.
Sin embargo, el verdadero cambio comenzó a gestarse a finales de los años noventa y se consolidó con fuerza a lo largo del siglo XXI. El abandono progresivo de la agricultura tradicional en muchas aldeas abrió paso a una nueva economía: el turismo rural. Pequeñas casas rehabilitadas, antiguos cortijos convertidos en alojamientos con encanto y una apuesta firme por la sostenibilidad marcaron el inicio de una nueva etapa.
Hoy, municipios como Grazalema, Montejaque, Benaoján, Júzcar, Genalguacil o Alpandeire no solo conservan su alma serrana, sino que se han reinventado como destinos de primer nivel para el turismo de interior.
La naturaleza como escenario
La Serranía de Ronda es un paraíso para los amantes del senderismo, la espeleología, la observación de aves o la astrofotografía en la Serranía de Ronda. Los parques naturales de la Sierra de las Nieves (declarado Parque Nacional en 2021) y de Grazalema ofrecen rutas para todos los niveles, desde suaves paseos hasta exigentes travesías por pinsapares centenarios.
Empresas locales han sabido captar esta demanda creciente y ofrecen experiencias únicas: desde hides para observar buitres y águilas imperiales hasta rutas en bicicleta eléctrica por el valle del Genal, barranquismo en la garganta de Las Buitreras o paseos a caballo entre castaños y alcornoques.
Cultura viva y pueblos con alma
Pero el visitante que llega a la Serranía no solo viene en busca de aire puro. Aquí encuentra una oferta cultural cada vez más rica y sorprendente: festivales de música y teatro en plena naturaleza, exposiciones al aire libre, talleres de artesanía, visitas guiadas por callejones medievales, museos etnográficos o centros de interpretación dedicados a la vida bandolera.
El caso de Genalguacil, el “pueblo museo”, es paradigmático: cada dos años, artistas de todo el mundo son invitados a crear obras permanentes en sus calles. Júzcar, por su parte, pasó de ser un pueblo anónimo a transformarse en el “pueblo azul” tras convertirse en escenario para una película de animación. Y Ronda sigue siendo el faro cultural de la zona, con su bienal de arte, su Semana Santa, sus festivales flamencos y su potente actividad literaria y musical.
Sabores de la tierra
La gastronomía es otro de los pilares del turismo rural en la comarca. Desde los quesos de cabra payoya hasta los embutidos de cerdo ibérico, pasando por los vinos de las bodegas rondeñas –cada vez más reconocidas a nivel nacional–, la Serranía ofrece un festín de sabores auténticos y de kilómetro cero. En muchas casas rurales y restaurantes se apuesta por la cocina tradicional, con un toque de autor: potajes de hinojos, migas, conejo al ajillo, gachas o sopas hervías que cuentan historias en cada cucharada.
Un crecimiento con futuro
Según los últimos datos del Instituto de Estadística de Andalucía, el turismo rural en la Serranía ha crecido de forma sostenida más del 7% anual durante la última década. La pandemia, lejos de frenar este impulso, supuso una oportunidad para consolidar un modelo turístico más consciente, seguro y conectado con la naturaleza.
Hoy, más de 300 alojamientos rurales operan en la comarca, muchos de ellos con certificaciones ecológicas, energías renovables y propuestas de turismo responsable.
El reto de cara al futuro será mantener este crecimiento sin perder la autenticidad que ha hecho de Ronda y sus pueblos un destino único. Una tarea que, afortunadamente, ya forma parte de la conciencia colectiva de muchos de sus habitantes.
Ronda no es solo un lugar al que se llega: es un mundo al que se entra. Y la Serranía, con sus montes, sus gentes y sus silencios, invita a quedarse.