Ronda a bocados

Ronda a bocados: un viaje gastronómico por el alma de la Serranía

Ronda no solo se mira, se saborea. Esta ciudad colgada entre el Tajo y la historia, donde las piedras guardan susurros de bandoleros y poetas, también ha sabido destilar su esencia en forma de cocina. Su gastronomía, anclada en la tradición serrana y alimentada por la generosidad del entorno, se presenta como un festín de identidad y sabor.

Las tapas: el aperitivo de la historia

En Ronda, ir de tapas es más que una costumbre: es un ritual social que se mezcla con el arte de vivir despacio. Desde las tascas escondidas en callejuelas empedradas hasta los bares más modernos del centro, las tapas cuentan historias. El rabo de toro, tierno y meloso tras horas de cocción lenta, rinde homenaje a la tradición taurina de la ciudad. Las berenjenas con miel de caña, crujientes y dulces, recuerdan la herencia andalusí. Y no falta el queso de cabra payoya con mermelada de tomate, un guiño a los productos de la sierra de Grazalema.

Platos que abrazan el alma

La cocina rondeña es contundente, nacida para reconfortar tras una jornada entre olivares o pastos. Uno de los platos más icónicos es la olla rondeña, un guiso de legumbres y embutidos que cambia ligeramente según la casa que lo prepare, pero que siempre calienta el corazón. El conejo al ajillo, el venado en salsa, o las tagarninas esparragás —una planta silvestre con un sabor entre amargo y terroso— completan la oferta de platos que saben a campo.

Dulces con memoria

La repostería tradicional también tiene su hueco en el menú emocional de Ronda. Las yemas del Tajo y los roscos de vino son dulces que aún se preparan como antaño, en conventos o panaderías familiares. Con cada bocado, el visitante se traslada a otra época, donde el tiempo no corría tan deprisa.

Vino con denominación de origen serrana

Mención aparte merecen los vinos de Ronda. Con una creciente reputación, las bodegas locales han sabido recuperar variedades autóctonas y adaptarse al terruño. Un buen tinto rondeño, intenso y con cuerpo, marida a la perfección con la gastronomía de la zona y completa una experiencia sensorial única.

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Una ciudad para comerla

Ronda invita a ser recorrida con los cinco sentidos, pero es en el paladar donde muchos encuentran su rincón favorito. La cocina local, honesta y arraigada, ha sabido preservar los sabores de siempre mientras se abre, poco a poco, a nuevas influencias. Quien llega buscando historia, paisaje y poesía, se queda también por sus platos. Porque en Ronda, cada comida es un reencuentro con lo auténtico.

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