Juan Pérez de Guzmán y Gallo / 1841
Juan Pérez de Guzmán y Gallo Nació en Ronda en 1841, dedicado al estudio, al conocimiento y a las letras fue periodista, historiador, polígrafo y elegido Secretario Perpetuo de la Real Academia de la Historia el 20 de abril de 1906 falleció en el año 1928.
Centró su labor investigadora en el reinado de Carlos IV y en la Guerra de la Independencia: Estudios de Carlos IV y María Luisa (1908) o El dos de mayo en Madrid (1908). Es el genuino representante de la “leyenda rosa” de Godoy, cuya figura y la de los reyes reivindica en numerosos escritos, como “Reparaciones a la vida e historia de Carlos IV y María Luisa”, en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, núm. 4, abril de 1904, pp. 243-268; “El protectorado del Príncipe de la Paz a las ciencias y a las letras”, en La España Moderna, núm. 199, 1905, pp. 132-165; “El Toisón y la Legión de Honor”, en La Ilustración Española y Americana, 22 de enero, 1907, pp. 35-38, y, entre otros, “La rehabilitación del Príncipe de la Paz”, en La Ilustración Española y Americana, 8, 15, 22 y 30 de agosto de 1907.
El conocimiento de la copiosa correspondencia mantenida entre la reina y el privado le llevó a presentar en sus trabajos a una María Luisa “poco menos que canonizable”, según Carlos Seco Serrano. Su apasionada defensa de los reyes y del valido (Vid. También La Historia inédita. Estudios de la vida, reinado, proscripción y muerte de Carlos IV y María Luisa, Madrid, Jaime RatésMartín, 1908), pese a la abundante documentación en que se apoyaba, suscitó una dura réplica desde el extremo opuesto, encarnada fundamentalmente en los escritos del “diplomático metido a historiador” marqués de Villaurrutia. Pérez de Guzmán ingresó en 1905 en la Academia de la Historia, de la que fue secretario perpetuo desde 1913. Publicó sus Memorias de 1913 a 1921.
Por el libro –finalista del XIV premio Comillas– de La Parra desfilan la leyenda de los amores de la reina con el valido, la relación de éste con los hombres de la Ilustración, los complejos avatares de la política internacional, los intrincados meandros de las enemistades interiores y, en fin, los largos años de exilio. Todo ello en un extenso y apretado texto de casi 600 páginas, con un apartado de apéndices dedicado a numerosísimas notas, gran número de fuentes, copiosa y moderna bibliografía, una valiosa cronología del protagonista de la historia y un utilísimo y muy completo índice onomástico. Una obra, en suma, que viene a llenar el lamentable vacío historiográfico que, como ya se ha dicho reiteradamente, existe en torno a personaje tan decisivo de nuestra historia como fue Manuel Godoy.
El texto no oculta ni disimula los aspectos negativos del ministro: su ambición desmesurada, su falta de escrúpulos a la hora de amasar una cuantiosa fortuna y de acumular bienes y prebendas. Pero al mismo tiempo, el profesor alicantino reconoce dos hechos innegables: primero, que el origen de su privanza y la razón de su ascenso estuvo “en el deslumbramiento que en sus regios protectores produjo la convicción de haber hallado en él al más incondicional guía para conducir la monarquía y encumbrar al país cuando descargaba sobre Europa la tormenta de la Revolución”; y segundo, que Godoy respondió a la confianza que en él se depositó con una lealtad sin fisuras y con un esfuerzo personal extraordinario, “sin regatear un momento de agotador trabajo para conseguirlo”, animado siempre por la más diligente voluntad de servicio para con los reyes y para con el país, “aunque pocas veces midió sus fuerzas, y confió demasiado en sí mismo, hasta convertirse en ‘náufrago’, y no piloto, en la tormenta europea”
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