La Historia Romántica y trágica de los Bandoleros de la Serranía de Ronda

Ronda, con sus tajos vertiginosos y su sierra agreste, ha sido cuna y refugio de figuras que habitan tanto la historia como la leyenda. En el imaginario colectivo, los bandoleros de la Serranía de Ronda han pasado de ser criminales perseguidos a héroes populares, símbolos de rebeldía, justicia rústica y libertad frente al poder establecido. Pero, ¿quiénes fueron realmente esos hombres —y algunas mujeres— que tomaron el monte y escribieron su nombre en la historia con plomo y sangre?
Diego Corrientes (1757-1781)
Nacido en Utrera pero con actividad notable en la Serranía de Ronda, Diego Corrientes fue uno de los primeros bandoleros en ser retratado como un «ladrón de los pobres». Su fama cruzó fronteras y su figura llegó a Francia como ejemplo del bandido noble que robaba a los ricos y ayudaba a los humildes. Fue capturado en Portugal, entregado a las autoridades españolas y ejecutado en Sevilla a los 24 años. Su leyenda aún resuena en las ventas y caminos que cruzan la sierra.
José María «El Tempranillo» (1805-1833)
Tal vez el más célebre de todos. Nacido en Jauja (Córdoba), encontró en Ronda su segundo hogar y su teatro de operaciones. Se echó al monte tras matar a un hombre en una disputa juvenil. Su código de honor, su trato con los viajeros y su negativa a matar sin razón lo convirtieron en una especie de “Robin Hood andaluz”. Murió a los 28 años en una emboscada, dejando una estela de romanticismo que los viajeros románticos del siglo XIX, como Washington Irving, inmortalizaron en sus escritos.
Flores Arrocha (1887-1934)
Último de los grandes bandoleros románticos, operó en el entorno de Igualeja y Ronda. La Guardia Civil ya tenía una presencia consolidada, lo que hizo su vida breve y perseguida. Fue abatido en una refriega en las cercanías de Júzcar. Se le atribuyen robos y secuestros, pero también se dice que nunca permitió que se le hiciera daño a una mujer.






Del mito al crimen: el cambio de mirada
La figura del bandolero está inevitablemente unida al paisaje y al alma de Ronda. En el siglo XIX, en pleno auge del Romanticismo europeo, los viajeros británicos, franceses y alemanes quedaron fascinados con estos «rebeldes con causa». Eran tiempos de absolutismos, desigualdades extremas y territorios montañosos donde el Estado apenas llegaba. El bandolero era, en parte, una respuesta violenta al abandono, una figura trágica pero comprensible.
Pero el paso del tiempo y la consolidación del Estado moderno alteraron esa imagen. A mediados del siglo XX, los “bandoleros” ya eran percibidos como delincuentes comunes. Sus actos, sin el contexto de injusticia y marginalidad, dejaban de parecer gestos heroicos. El mito empezó a resquebrajarse.
Hoy, en Ronda se recuerda a estas figuras como parte del folclore y la historia popular, la delincuencia ha tomado otros rostros y otros códigos. El bandolero ya no es un hijo del pueblo que pelea contra el sistema, sino una sombra del pasado, revestida de leyenda y romanticismo.
Ronda: entre la historia y la leyenda
Pese al cambio de perspectiva, Ronda sigue celebrando su vínculo con esta historia. Las recreaciones históricas, las rutas de los bandoleros y las jornadas culturales mantienen viva una memoria que mezcla verdad y fantasía. Porque en el fondo, los bandoleros no solo fueron personajes de su tiempo: fueron símbolos del espíritu indómito de una tierra que nunca se rindió fácilmente.