José Martín de Aldehuela: El arquitecto que dio alma de piedra a Ronda

Cuando uno contempla el Puente Nuevo de Ronda, suspendido sobre el abismo del Tajo, no solo admira una hazaña de la ingeniería del siglo XVIII, sino que se asoma al alma de un hombre que dejó en la piedra parte de su genio: José Martín de Aldehuela.
Nacido en Manzanera, Teruel, en 1729, Martín de Aldehuela fue uno de los arquitectos más notables de su tiempo. Formado en la tradición del barroco tardío, pronto demostró un talento extraordinario para resolver desafíos estructurales donde otros veían imposibles. Sin embargo, fue en Ronda donde su nombre quedó inmortalizado, cincelado entre la roca y el cielo.
El Puente Nuevo: Más que una obra, un símbolo
El Puente Nuevo de Ronda, su obra más conocida, había comenzado a construirse en 1751, pero tras varios intentos fallidos y una tragedia que costó la vida a decenas de obreros, fue Martín de Aldehuela quien retomó el proyecto en 1785. Lo finalizó en 1793, tras ocho años de trabajo, superando los problemas geológicos del terreno y diseñando una estructura que, aún hoy, parece desafiar la gravedad.
Con casi 100 metros de altura y una solidez impresionante, el Puente Nuevo no solo conecta las dos mitades de Ronda, sino que también simboliza el salto de la ciudad hacia la modernidad. Es, para los rondeños, algo más que arquitectura: es identidad.
Un legado que trasciende el puente
Aunque el Puente Nuevo es su obra más emblemática, la huella de Martín de Aldehuela en Ronda va más allá. Fue responsable de la finalización de la Plaza de Toros de la Real Maestranza, una de las más antiguas y bellas del mundo taurino. Su diseño circular, su elegancia sobria y su estructura de piedra arenisca siguen siendo admirados por arquitectos y aficionados a la tauromaquia.
También trabajó en la restauración y reforma de la iglesia del Espíritu Santo y dejó su impronta en el Convento de Santo Domingo, hoy reconvertido en centro de convenciones.
Una relación profunda con Ronda
Martín de Aldehuela no era originario de Ronda, pero la ciudad lo adoptó como propio. Aquí vivió, trabajó y aquí murió en 1802. Se dice que pasaba horas observando el Tajo desde lo alto, calculando líneas de tensión invisibles, escuchando el viento que luego domaría con su arte. Su relación con el paisaje fue íntima, casi espiritual. Supo leer la piedra como quien lee un poema antiguo.
Hoy, su tumba descansa discretamente en esta ciudad que tanto le debe. Cada vez que un visitante cruza el Puente Nuevo, aunque no lo sepa, camina sobre la visión de un hombre que se atrevió a soñar con unir lo imposible.
Más allá del tiempo
Dos siglos después de su muerte, el legado de José Martín de Aldehuela sigue vivo. No solo en la piedra, sino en el orgullo de un pueblo que lo honra como a un hijo. En las escuelas de arquitectura de toda España se estudian sus soluciones técnicas, pero es en Ronda donde se siente, se respira, se vive su obra.
Porque en cada piedra del Puente Nuevo, en cada sombra que proyecta la Plaza de Toros al caer la tarde, hay un susurro que nos recuerda que algunos hombres no construyen solo edificios: construyen historia.